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Chinese football scandal: Former coach jailed for 20 years

Li Tie, exentrenador del equipo de fútbol masculino de China, ha recibido una condena de 20 años de cárcel tras admitir múltiples cargos de soborno. Según medios estatales, Li confesó haber aceptado sobornos, realizar pagos para asegurar su puesto como entrenador y manipular partidos a lo largo de su carrera. Este caso representa otro ejemplo importante de corrupción revelado en la campaña continua de China contra el fraude, que se ha extendido a diversos sectores como el deporte, la banca y el ejército.

Li, quien fue jugador de la Premier League con el Everton, admitió su culpabilidad en marzo por aceptar más de 16 millones de dólares en sobornos. Se informa que estas actividades comenzaron en 2015, cuando Li era asistente técnico en el Hebei China Fortune Club, y se extendieron hasta su renuncia como entrenador principal del equipo nacional en 2021. A cambio de los pagos ilegales, Li supuestamente influía en la selección de jugadores y ayudaba a los clubes de fútbol a asegurar victorias.

The 47-year-old’s fall from grace is linked to a wider anti-corruption initiative spearheaded by President Xi Jinping. Xi has made it a priority to eliminate corruption within Chinese football, a sport he has long seen as a possible emblem of national pride. Nonetheless, recent disclosures of rampant wrongdoing have significantly hindered China’s goals of emerging as a leading force in global football.

La sentencia de Li pone en evidencia un sistema afectado por prácticas corruptas, con varios personajes destacados del fútbol chino también bajo escrutinio. A principios de esta semana, tres exfuncionarios de la Asociación de Fútbol de China (CFA) fueron condenados por cargos similares. En total, más de una docena de entrenadores y jugadores han sido investigados como parte de los amplios esfuerzos contra la corrupción.

La confesión de Li se transmitió a principios de este año en un documental producido por el estado, donde expresó remordimiento por sus acciones. “Lamento profundamente lo ocurrido”, afirmó. “Debería haberme mantenido firme y seguido el camino correcto. Pero en ese momento, participaba en prácticas que se consideraban normales en el fútbol”. Su disculpa pública resaltó la naturaleza sistémica de la corrupción dentro del deporte, que anteriormente ha sido objeto de medidas similares de represión.

El antiguo superior de Li, Chen Xuyuan, que previamente ocupó el cargo de presidente de la CFA, fue condenado a cadena perpetua a principios de 2024. Chen fue hallado culpable de aceptar sobornos que suman 11 millones de dólares. Su caso, junto con el de Li, refleja la magnitud de la corrupción entre los altos funcionarios encargados de supervisar el desarrollo del fútbol en China.

Li’s former superior, Chen Xuyuan, who previously served as the president of the CFA, was sentenced to life imprisonment earlier in 2024. Chen was convicted of accepting bribes totaling $11 million. His case, along with Li’s, reflects the scale of corruption among high-ranking officials tasked with overseeing China’s football development.

The crackdown on football corruption echoes a similar campaign in 2010, during which several officials, players, and referees were imprisoned for match-fixing and bribery. Xi Jinping, then serving as vice president, spearheaded that effort as well. However, despite the crackdown, corruption has persisted, with the current campaign described by observers as a repeat of past efforts, albeit involving larger sums of money.

Rowan Simons, a football expert and author of Bamboo Goalposts

Li Tie’s football journey started successfully, with the former midfielder earning 92 caps for China and participating in the nation’s sole World Cup appearance in 2002. His shift to coaching appeared promising at first, leading to his appointment as head coach of the national team in 2020. Nevertheless, his term concluded in controversy when he resigned in 2021 amid increasing accusations of wrongdoing.

Los casos de corrupción han oscurecido la visión de Xi Jinping de llevar al fútbol chino a un nivel internacional destacado. Xi delineó sus “tres deseos” para el deporte en 2011: que China se clasifique para otra Copa del Mundo, que eventualmente sea sede del torneo y que finalmente gane el campeonato. A pesar de las importantes inversiones en infraestructura futbolística y programas de entrenamiento, estas ambiciones han sido socavadas por los escándalos y la mala gestión que siguen afectando al deporte.

The corruption cases have cast a shadow over Xi Jinping’s vision of elevating Chinese football to international prominence. Xi had famously outlined his “three wishes” for the sport in 2011: for China to qualify for another World Cup, eventually host the tournament, and ultimately win the championship. Despite significant investments in football infrastructure and training programs, these ambitions have been undermined by the scandals and mismanagement that continue to plague the sport.

The impact of the recent convictions extends beyond individual punishments, raising broader questions about the governance of Chinese football. The arrests and sentencing of figures like Li Tie and Chen Xuyuan highlight the challenges of eradicating corruption in a system where it has been deeply entrenched for years. Critics argue that while crackdowns address specific instances of misconduct, they fail to tackle the underlying structures that enable corruption to persist.

La campaña más amplia contra la corrupción, que se extiende mucho más allá del fútbol, ha apuntado a figuras prominentes en diversas industrias. El gobierno de Xi Jinping ha presentado estos esfuerzos como esenciales para mantener la confianza pública y asegurar la integridad de las instituciones chinas. No obstante, los críticos han cuestionado si las campañas se centran tanto en consolidar el poder político como en abordar realmente la corrupción.

The broader anti-corruption campaign, which extends far beyond football, has targeted high-profile figures across various industries. Xi Jinping’s government has framed these efforts as essential to maintaining public trust and ensuring the integrity of Chinese institutions. However, critics have questioned whether the campaigns are as much about consolidating political power as they are about addressing corruption.

As Li Tie begins his 20-year prison sentence, the focus shifts to whether the recent crackdown will lead to meaningful reform within Chinese football. Observers remain skeptical, noting that similar campaigns in the past have failed to produce lasting change. For now, the sentencing of Li and other officials symbolizes both the scale of the problem and the difficulty of eradicating corruption in a sport that has long been synonymous with national aspirations and systemic challenges.